La Real Sociedad de Amigos del País ofreció unos terrenos en la Alameda, teniendo claro que además del aspecto investigador, el jardín tenía que servir "para recreo del paseo público".

En 1798 la ciudad le había cedido los terrenos prometidos a la Universidad. Pronto se suspendieron las plantaciones por la mala calidad del terreno y las molestias causadas al vecino paseo de la Alameda. 

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